miércoles, 26 de marzo de 2008

CAPÍTULO XXIX

Corría y no sabía por qué, no había razón para hacerlo simplemente lo hacía, desconocía todo lugar, toda gente, toda sensación; ni siquiera me había percatado de la lluvia, ya que era leve, aquí no llueve lo suficiente como para quedarse empapado. Me detuve y al voltear la mirada hacia atrás, un leve silencio no habitual invadía la ciudad. Eran las 11:30 de la noche y regresé al punto de inicio, sólo caminaba y recordé que antes de correr, la lluvia iniciaba su curso y ahora nuevamente dejé que lo hiciera conmigo, pequeñas gotas caían en mi cabeza más el frío que albergaba el ambiente. Me sentía cansado a pesar de haber corrido una corta distancia, a esto se le sumaba una constante paranoia...la gente me observaba o era tal vez una imaginación.
Corría con prisa, corría hacia un lugar y no recuerdo haber llegado, peor aún, retrocedí y dejé mi prisa por una paciencia interminable. Recorría mi cuerpo una sensación de arrepentimiento, me dejé inundar por la duda...era acaso correcto lo que hice...no lo sabía y no seguí investigando.
LLegué a mi casa, me tumbé hacia mi cama y observando nuevamente ,como todos los días, arriba; pero no arriba como algo físico, no me refería al techo sino arriba, más allá de lo que aun percibo...Una razón infranqueable, una locura innocua y reflexiva, un punto más de terminación. Cerré los ojos y recuerdo haberme quedado dormido...
De Caminante y su Locura.