sábado, 31 de mayo de 2008

PERMISO PARA SOÑAR

CAPITULO III





El día que Dana decidió suicidarse, ingiriendo pastillas, era un día sobrio, día de lluvia, un día perfecto para ella; parecía que todo saldría bien. Ya le habian dicho como resultaba todo ello, no sufriría tanto como el del tirarse de un puente o ahorcarse; simplemente tenía que tomar insignificantes cápsulas por montón y esperar que haga su efecto. Era todo eso y su vida se apagaría .


Pero qué factor la llevaría a decidir matarse. No era por amor ni por soledad...¿depresión? Tampoco, pues ella no lo consideraba algo malo para quitarse la vida. Su respuesta ante todo ello era que su vida era aburrida y no era necesario seguir.


Eran las 6:20 cuando empezó con las primeras cinco pastillas, terminó vomitándolas, había algo que la obligaba a retroceder; quizás era el miedo o temor a la muerte. 7:00 de la noche, intentó de nuevo la sesión; de repente el teléfono empezó a sonar como si algo le impidiera matarse. ¿Para qué contestar? acaso le importaría el mensaje. Sin embargo contestó, ya que iba a ser la última voz que escucharía y sentía curiosidad por saber quién era. Alzó el auricular, mas nadie respondía, se perdió la llamada y nada más importaba. Cogió dos cápsulas y al mirarlas, dos lágrimas brotaron de sus ojos ¿realmente quería morir? ¿era posible darle una oportunidad más a su vida? Tiró la botella de pastillas, dio un grito, tal vez era de impotencia o de desahogo. Empezó por desesperarse, rompió el espejo y sus manos se inundaron de sangre...nuevamente el teléfono empezó a sonar. Se tranquilizó para contestar la llamada, su voz se notaba temblorosa.


-¿Quién es?- contestó ella. La voz no le era conocida...

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